Cuando fuerzas inimaginables nos condenaron a permanecer en nuestros refugios, descubrimos muestra enorme fragilidad e insignificancia.
Confinados en un espacio del que creíamos saberlo todo, el tiempo de espera nos asaltó con viejos temores. Nuevas formas, luces y sombras, hasta entonces ocultas, se nos desvelaron. Los objetos cobraron vida para hacernos recuperar recuerdos ya olvidados. Observar a través de las ventanas y huecos de luz era el deseo cotidiano de palpar la esperanza, que intuíamos al otro lado de los muros de nuestra fortaleza